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Capítulo
XIV
LOS DÍAS DE PADECER
1) UNA CONDENA
Bien sabe cada uno
si ha vivido una intriga de condena.
El tiempo de dominio
de estar en primer puesto :
si expone una conquista, a un mundo que examina.
Y un conjunto acompaña,
a quien se le distingue,
de admirados mentores de noble distinción.
Bien sabe cada vida
si el infundio le impone una vileza.
El día laborioso
que llega a su eficacia,
por lucha apasionada prendida al entusiasmo.
Porque nunca claudica,
ni en horas de tristeza,
la verdad que trabaja amando su ideal.
Bien sabe cada alma
si una infiel turbulencia confabula.
La lúgubre falacia
señala a quien realiza;
y aferra su amargura planeando en asechanza.
Pero aquel que traspone
la charca de la ofensa
ya no ve más el lodo, erguido hacia la luz.
XIV - LOS DÍAS DE PADECER
2) EL ALMA EN EL CASTIGO
El alma va escondida
tras un velo infranqueado.
Ya no tiene entereza,
y vaga en un desierto de secas vanidades;
aquella, despreciada como un desecho ruin.
Donde nunca se explica
el porqué abandonado,
que no sabe estar solo en medio la pobreza.
El alma va escondida
contemplando la luz.
Es un pobre que vive
atado a una columna de quejas lastimosas.
Se ve con sus iguales siguiendo el mismo afán.
Señaladas promesas
dan un tardo desfile
sobre un sueño tan pobre, que ya no espera más.
El alma relegada
sobre piedra reseca.
En el lustre del mundo
con lujos del engaño que tapan la agonía,
se esconde moribunda la luz que va a dormir.
Es el alma dejada
sobre un cieno de muerte:
no la ve ningún ojo que vea al corazón.
El alma abandonada
en la sombra de olvido.
Ella ve su amargura
capeando por la suerte, adversa de crueldades;
sufriendo la indigencia, que no la quiere amar.
Si persigue al engaño
de una falsa delicia:
se recibe un castigo que duele en la piedad.
XIV - LOS DÍAS DE PADECER
3) CREERSE SER UN REY
Creerse ser un rey.
Un único misterio que ronda nuestra vida:
cuando el "yo" se pronuncia en la feliz niñez:
el "yo pido", "yo busco",
"yo llamo", en esa puerta que nos abre al camino.
Creerse ser un rey.
Enigma bondadoso, que pinta con un triunfo
las delgadas espinas de una corona hiriente.
Inconsciencia bendita,
que da su valentía viendo un fin señalado.
Creerse ser un rey.
Luchar contra la burla que ahoga despreciando.
Humillada contienda: cuando se vale mucho
en la vida gratuita,
que da por regalada la bondad de sus dones.
Si quien quiera ser alguien
cargando la amargura de las oposiciones,
en el alma pronuncia esa feliz niñez
del : "yo soy" de una vida,
se entrega a ese misterio de creer ser un rey.
XIV - LOS DÍAS DE PADECER
4) IRSE
El irse de la casa.
Aún, estando lejos, el alma se va yendo,
por un constante paso que siempre es incompleto.
Ese paisaje nuevo
no puede compartirse con el antiguo afecto
porque es puro ideal.
Amargo desaliento
del hambre insatisfecha, que queda en su pasado;
y por la misma senda se ama en su recuerdo.
Aunque la vida triunfe
lejana de su origen y de la pena vieja,
traspasado su umbral.
Y pierde su eficacia
la vida de la casa que vio nuestra partida,
cuando nos pide el rezo de un signo repetido.
Esa tristeza quieta
se ve en cada regreso con unos ojos calmos
que nos dan comprensión.
El bien que se imagina
honrado por un mundo con luces de grandeza,
es una cruz que sube por nuestro ansiado enigma.
Y seguiremos siendo
aquella fiel promesa, así la cuesta arriba
nos llore su conquista.
XIV - LOS DÍAS DE PADECER
5) LA MUERTE DE UN MAESTRO
Guiar la vida de otros;
con alerta custodia en la propia labor.
Valorado principio de poder realizar
el saber que se enseña,
en el arte precioso de vivir lo sabido.
El ser un admirado,
cuando el éxito llama para más sorprender,
en el lúcido hallazgo de la ciencia de amar.
Y el haber padecido,
da ese ingenio confiado de alumbrar un camino.
La lágrima escondida,
que la vida no ahorra en el propio sufrir,
pone un puesto adelante al que debe enseñar.
Va primero en la pena,
y en el goce esperado más allá de un destino.
La hora que se cumple
en la muerte perfecta, con su nueva lección,
es un paso más alto por seguir una luz.
Una cruz lo perdura
en el viaje que asciende a la eterna armonía.