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Capítulo
XIII
LOS DÍAS DE GOCE
1) EL ÁNGEL DEL ANUNCIO
El Angel del anuncio
venido en un secreto : a un solo corazón
por viajes de lo arcano,
traspasa la frontera de la reminiscencia,
y cruza el vientre oscuro que concibe en el ser.
La vida distraída
acude a los llamados de la necesidad,
que en tanto se entretiene,
y poco se apercibe
de un signo revelado, que aspire en lo invisible,
a ser lucido huésped del vientre a generar.
La madre tiene un sueño,
que reza en un silencio y aguarda en su vivir.
Advierte el propio enigma;
en un misterio ajeno de luz que se despierta,
se aclara aquel mañana que en ella va a nacer.
Se sabe bien amada
por propia confidencia del tiempo de gozar.
El blanco nacimiento
le asigna la certeza: que, el ser ya generado,
es vida de un mensaje de un Angel celestial.
XIII - LOS DÍAS DE GOCE
2) SUBIR
Y tal es la presencia
del brote germinado que alumbra en cada vida,
que solo se pretende : subir
por esa escala que llama hacia la altura.
Si siempre se es un niño buscando lo más alto.
Arriba, una montaña,
vecina del anhelo, se sueña en cada uno,
y en bien, solo se quiere : llegar
hasta la cumbre, en donde espera alguien
que exalta jubiloso la luz de una sorpresa.
Y mucho se prodiga
la fértil abundancia si en todo ve un regalo.
Buscando en su alabanza : amar,
por el ascenso del pan magnificado,
que abunda con el pobre, y al rico deja hambriento.
El fin más jubiloso
resuelve en el misterio que explica lo perenne.
Si el tiempo solo pide : servir,
cuando se ama la fe de lo más puro,
en todo cuanto es niño con su belleza eterna.
XIII - LOS DÍAS DE GOCE
3) ESA FIESTA
Navidad:
esa fiesta que espera desde un raro abandono:
degustar las delicias,
que recuerden las horas de otros días felices.
Y deseche al descuido,
el desprecio impaciente,
que se va sin bondad por el paso indeseado.
Navidad:
esa fiesta que sobra para el resto de vida,
como un poco de tiempo,
que se agrega sin dueño en la suma de ahogos.
Cuando el bien no entendido
se despide grotesco,
por la risa viviente de unas almas sin vida.
Navidad:
esa lástima alegre de la triste pereza,
que festeja en un brindis,
sin saber el destino del deseo confeso.
Entretanto la vida
va tejiendo su drama,
por la historia sin rumbo que ambiciona riqueza.
Navidad:
ese afán que convive la doliente codicia
de pedir la fortuna,
y no dar de lo propio la tardía limosna;
cuando un burdo banquete
regodea migajas,
en las caras ausentes de la hambruna insaciada.
Navidad:
esa fiesta que olvida con un cruel menosprecio,
que la carne gozosa
está en llaga latente, y alongada agonía.
Porque el Dueño del alma
sufre, en cuerpo viviente,
una cruz, que reposa en el quieto pesebre.
Navidad:
esa fiesta que ama por los mismos rincones
que se ampara la vida,
contemplando sencilla su oración sin palabra.
Cuando todo está dicho
con el Niño acostado
sobre el duelo del mundo, del temor distraído.
Navidad:
esa fiesta sin fiesta, donde Dios ya no ríe,
como en tiempos rituales.
Porque el Niño, tan serio, solo espera un madero
donde llore su falta
la criatura gimiente.
Mientras sube la copa divagando un perdón.
XIII - LOS DÍAS DE GOCE
4) LA MADRE
Subir esas escalas
del brazo de la madre,
desde el primer ascenso de nuestra pequeñez.
El dúo acostumbrado
a la puntualidad,
que exige aquella vida del santo cumplimiento.
Deber de lo vivido
atento al buen destino,
que quiere un ser amado, con quien se ama más.
La ley de lo infalible
se busca obedecer,
con la virtud sumisa del puro entendimiento.
Crecer por unas gradas
de un templo consagrado,
con la visión confiada, ya, sabia en frecuentar.
La vida que transita
por la credulidad
de verse más arriba que el propio abatimiento.
Y dentro de aquel templo
esperan los ancianos
con el secreto augurio de los que viven más.
El signo de la madre
nos ve permanecer
cuando del propio paso se intenta caminar.
XIII - LOS DÍAS DE GOCE
5) ...¿ QUÉ DEBO HACER ?
Siempre vuelve el anuncio
con su ideal sincero
si tanto se pregunta: ... ¿qué debo hacer? ...
Uno solo es el hoy, el ayer o el mañana,
para ver ese enigma
que persigue sin mengua traspasando los tiempos.
La febril caravana
nos ve venir de vuelta,
dejando el pan a otros. ... ¿Qué queda atrás? ...,
que nos llama insistente para ser atendidos,
y nos deja apartados
de la fila del mundo de vulgar conveniencia...?
En la ronda que lucha
para ganar su puesto,
persiste el mismo arcano: ...¿Qué me olvidé? ...,
que me pide volver a buscar un destino,
por las cosas más altas,
y la propia consigna de la ciencia vivida ...?
Ocupar ese asiento
en la respuesta sabia,
que nos da la pregunta: ... ¿qué debo hacer? ...:
atender al idioma, si me nombra en su signo,
destejiendo la historia,
que nos sigue indagando en la propia misión.